Cuánta alegría suscitan los primeros pasos de nuestra criatura, con los brazos abiertos esperamos darle un abrazo de enhorabuena por su triunfo, como si en ellos se encontrara la meta de una larga e intensa carrera. Y lo es, una intensa y larga carrera de vida en la que el andar es sólo un momento más de entre muchísimos otros tan importantes como aquél. Cuántos logros hay detrás de esos primeros pasos, cuánta iniciativa, cuánta acción, y es que el bebé es motrizmente competente.
Voltearse, rodar, retar, gatear, arrodillarse, ponerse de pie… La posibilidad de ejercer estos movimientos y posiciones en libertad, llegando por sí mismos y de forma autónoma, por iniciativa propia, tiene tanta importancia en el desarrollo motor como el inicio de la marcha. Lo curioso es que el entrenamiento de metas evolutivas, que consideramos de gran importancia como éstas, podría frenar la libre adquisición de aquellos movimientos que pasan más desapercibidos.
Siguiendo a Emmi Pikler en su libro Moverse en Libertad , las condiciones por las que el bebé dé reina suelta a su variado repertorio motriz es precisamente la ausencia de intervención directa, didáctica o prohibitiva por parte del adulto. Éste debería evitar ayudar o estimular determinadas posiciones o movimientos. Asimismo, no prohibir o impedir las tentativas espontáneas.
Todo esto no quiere decir que el adulto no desempeñe un importante papel, lo hace compartiendo la alegría por cada logro, apreciando cada pequeño paso o solucionando pequeños contratiempos que los pequeños y las pequeñas pueden encontrar en su libre acción. Libertad que permitirá la adquisición de movimientos continuos, la adecuada coordinación muscular y, sobre todo, la iniciativa, el motor de un aprendizaje competente. Suprimimos así, las limitaciones generadas a las criaturas al sentarlas, colocarlas de pie o enseñarlas a andar.
También debemos asegurar los materiales y condiciones necesarias, espacios amplios con elementos y estructuras que permitan desplazarse, retar, escalar, ponerse de pie… En cuanto a los juguetes, deben estar al alcance de forma que los puedan coger por sí mismos, sin que sea precisa la ayuda del adulto.
Del mismo modo, es necesario cuidar aspectos como la ropa, que sea flexible y que facilite los movimientos de todos los miembros, desde la cabeza hasta los pies. Muy importante también el cuidado del calzado, se recomienda empezar a utilizarlo únicamente cuando comienzan a andar. Previamente los bebés reciben una rica variedad de sensaciones a través de la exploración de sus pies y del estímulo de éstos con variadas superficies; así se descubre a sí mismo, entrena su cuerpo y desarrolla su inteligencia. En cualquier caso se recomienda el uso de calzado flexible de tela o de punto que se adapte a la forma del pie, cuando proceda para protegerlos del frío.
Por otra parte, sencillamente dejar que los niños y niñas adquieran por sí mismos cada logro motor, lo que aumentará su deseo de moverse y favorecerá su estado emocional así como su desarrollo intelectual y psíquico de forma global.
